20140830

Oportunidad de los mil días


En medio de la consternación generalizada por el informe presidencial de los primeros cien días de gobierno, tuve el enorme placer de participar este día en el taller de diseño de experiencias en la Universidad Veritas, invitado por la Universidad para la Cooperación Internacional (UCI). Expositores nacionales y extranjeros, todos de calidad mundial, deleitaron a unos 200 jóvenes costarricenses sumamente preparados y curiosos por aprender más sobre las técnicas más avanzadas de diseño de experiencias para usuarios de productos y servicios.

Como consumidor que soy de nuestro sistema democrático, incorporé valiosos aprendizajes para mejorar la prestación de servicios que ofrecen incontables instituciones públicas del estado costarricense, muchas de las cuales han caído en la obsolescencia o padecen de ineficacia crónica.

Me ha parecido, desde meses y años atrás durante mi participación en la función pública, que la nueva democracia participativa del presente siglo demanda de la ciudadanía mayor iniciativa y capacidad de gestión en la atención de problemas públicos.

Si bien es cierto que en los últimos 200 años la civilización humana ha evolucionado aceleradamente en diversas áreas tales como medicina, tecnología, educación, infraestructura, agricultura y ciencias, en materia de gobierno seguimos utilizando instituciones y políticas que han cambiado poco en ese mismo plazo. Para peor, la dinámica de las sociedades humanas se ha sofisticado vertiginosamente y los conflictos tienen hoy mucha mayor complejidad que cuando se diseñaron aquellas instituciones y políticas. Necesitamos avanzar.

En Costa Rica estamos viviendo una situación histórica –por inusual- en materia política. Contamos con un poder legislativo disgregado en una amplia gama de minorías; con un poder ejecutivo conformado por un partido político emergente y primerizo; con un poder judicial que facilita la obstrucción de proyectos impulsados y aprobados por grandes mayorías, violentando principios democráticos constitucionales; con un déficit fiscal grave y creciente producto de bajas tasas impositivas, de recaudación ineficiente, de alta evasión, de alto gasto público, y con inadecuados incentivos para la inversión, la innovación y el crecimiento económico.

Todo este escenario de crisis me recuerda mis años en China y Japón, donde el término “crisis” se escribe con uno de los mismos ideogramas del término “oportunidad.”

No basta con salir a pedir manos a la obra. Se necesita buenas ideas. Se necesita conceptos claros que nos permitan alcanzar entendimientos y acuerdos. Se necesita de planes de acción. Sobre todo, se necesita de una actividad política por proyectos, donde varios grupos de personas gestionen transversalmente entre sectores público, privado, sociedad civil organizada, académico y de ciudadanía participativa, el avance de temas específicos en áreas críticas para el desarrollo del país.

Adonde queremos llegar, como nación civilizada, es a niveles de desarrollo cultural que nos permitan mejorar la experiencia de vivir en Costa Rica y aumentar el bienestar, la calidad de vida, el entusiasmo, la confianza, la seguridad y la prosperidad para todos.

Para llegar allá, ya no podemos seguir intentando resolver los problemas por las mismas vías como repetidamente hemos fallado en el pasado, como advirtió Einstein desde hace décadas. Los períodos presidenciales son demasiado cortos para lograr transformaciones profundas que requieren del largo plazo para gestarse. Los incentivos que tiene el sistema electoral obligan al partido en el poder a gobernar siguiendo el termómetro de la opinión pública. La prensa tiene una participación mayoritariamente reactiva, no proactiva, ante las necesidades de comunicación, y el consumo de aquella información en las redes sociales magnifica asuntos de poca monta que sólo aumentan el ensordecedor barullo del reclamo, del berreo, de la crítica destructiva, de esa violencia cada vez más manifiesta y menos solapada que expresamos en redes sociales, nosotros, costarricenses, hijos y nietos de un país desmilitarizado y pacífico. Deberíamos escuchar más de lo que hablamos si queremos forjar acuerdos vigorosos y duraderos.

La experiencia que tuve hoy en el taller de diseño de experiencias me llena de entusiasmo y de ilusión. Me permite imaginar y visualizar un futuro realizable en el término de nuestra generación; quizás en el transcurso de la actual administración. Me permite renovar mi ya de por sí inagotable optimismo por un futuro más próspero y más desarrollante para los habitantes de este noble pueblo.

Albergo la esperanza de que ustedes, amigos, vecinos, colegas, compañeros y aliados en diversas campañas, también opten por una actitud positiva, constructiva, madura, sensata, sobria, seria y desarrollante ante la tremenda oportunidad que se nos presenta hoy más que nunca, para revertir las tendencias degradantes que reducen el riquísimo capital social de esta nación, y nos enrumben hacia el progreso que todos anhelamos, aspiramos y merecemos.