20131029

Palabras de bienvenida a Japón para el Ministro Manuel Obregón

Su Alteza Imperial, princesa Takamado,
Miembros del cuerpo diplomático,
Señor director del Instituto Cervantes, don Antonio Gil,
Queridos amigos,

La Embajada de Costa Rica se enorgullece en presentar al señor Ministro de Cultura y Juventud de la República, señor Manuel Obregón López.

Durante su gestión ministerial desde el año 2010, el Ministro Obregón ha logrado darle el realce que merece el campo de la cultura en la agenda política del país, y sus esfuerzos han tenido positivas repercusiones internacionales también.

En parte, se debe al talento artístico que lo ha caracterizado como músico, compositor e intérprete y al valor que ha sabido darle a todo esfuerzo creativo de nuestro pueblo.

Los últimos tres años, Costa Rica ha propuesto en Japón una agenda de crecimiento verde, siguiendo el rumbo que llevan organizaciones internacionales tan importantes como la OCDE y la OMC, y en busca de la creación de valor compartido entre ambos países.

Ello nos ha permitido alinear el modelo de desarrollo costarricense con las más urgentes necesidades ambientales del planeta.

El concierto de esta noche, además de destacar la importancia de la cultura en las relaciones internacionales, también es una manifestación artística de altísimo valor para la agenda verde costarricense.

Me permito finalizar esta introducción con una reflexión personal. A inicios de este siglo, viví por dos años en el ártico del norte de Noruega.

Para un hombre tropical como yo, fueron dos largos, fríos y oscuros inviernos. Muchas de aquellas noches polares encontré inspiración en las melodías que escucharán a continuación, las cuales iluminaron mis días y derritieron la nieve a mi alrededor.

Al señor Ministro, y ante todo al gran compositor y pianista Manuel Obregón, le agradezco aquella inspiración que todavía me acompaña.
Con ustedes, Simbiosis: Piano y Bosque Tropical Lluvioso.


20131002

Defender la paz a balazos

La noticia de la Patrulla 1856 intento analizarla desde su lado más positivo. De lo contrario me topo con con la absurda analogía de que defender la paz a balazos es como fornicar para preservar la virginidad.

Supongo que, quien está dispuesto a defender la paz al costo personal más alto de todos -la propia vida- es porque valora la paz como un bien público ulterior, que está más allá de lo individual. Eso lo aplaudo.

Asumo que, antes de ir a la línea de batalla, quien está dispuesto a entregar la vida por sus conciudadanos también estaría dispuesto a dedicar algunas horas por semana al trabajo voluntario para resolver conflictos civiles, que mucha falta hace en nuestra sociedad.

Por ejemplo, se podría utilizar ese recurso de horas-hombre, valentía y liderazgo para enseñar más educación cívica, no en las escuelas, sino en los barrios y caseríos. O brindar apoyo moral a miles de víctimas de violencia doméstica, ayudándoles a recuperar la confianza en la sociedad y la ilusión por la integridad de una familia funcional. De esta manera, ganaríamos la batalla sin siquiera pelearla.

Además, asumo que, quien está dispuesto a defender la paz con la guerra, comprende la teoría de un Estado de Derecho, los conceptos de soberanía, jurisdicción y territorialidad, le da carácter supremo a la democracia, superpone la justicia a la legalidad, y, ante todo, ha hecho un análisis exhaustivo de los costos y beneficios entre la guerra y la paz. Lo enseña El Arte de la Guerra desde hace 2500 años: el costo de la guerra es tan alto que siempre es preferible la paz. Ese grado de civismo armoniza la humanidad y conduce a la desmilitarización. ¡Qué paradójico!

Perturba un poco percatarse de que el discurso incivilizado, pendenciero y belicista del vecino encuentre eco en miles de costarricenses, cuando lo que nos ha hecho una nación honorable, distinguida y de una estatura moral respetable en el concierto de las naciones es precisamente lo contrario.  Sin embargo, prefiero buscarle el lado bueno a esto, como a todo.