La OCDE cuenta con una
herramienta para la medición del desarrollo multidimensional, que es una
colección de variables para medir el mejoramiento en diferentes áreas
estratégicas de un país. Uno de los indicadores cualitativos que utilizan para
explorar el sentir de la ciudadanía es la visualización. Reúnen a un grupo de
ciudadanos de un determinado país y les piden imaginar un día en la vida de un
ciudadano promedio en su país dentro de 20 años. Esto permite a las personas
hacer un ejercicio creativo que revela algunos aspectos que la gente querría
que cambiaran. Por ejemplo, en Costa de Marfil hicieron el ejercicio y una
mujer dijo que imaginaba un día de trabajo en una empresa propia mientras sus
hijos estaban en una guardería segura, y que le permitiera a ella, además,
hacer ejercicios al final del día en un parque público seguro con medio
ambiente limpio. Muy revelador de los valores que esta mujer desea ver
realizados en su país o ciudad.
Curiosamente, meses atrás, en
una conversación con el embajador de un país miembro de la OCDE, hablábamos
sobre los valores o beneficios de ser miembro de la organización. Soy del
criterio de que ser miembros es apenas el inicio de lo que se persigue. Luego,
se desea actualizar las instituciones y políticas públicas del Estado para que
se aproximen a lo que es el estándar más exitoso de desarrollo por los países
miembros, que son una muestra bastante representativa. Finalmente, lo más
importante, en mi opinión, es la transformación de la cultura. O sea,
preguntarnos cuándo nacerá el primer ciudadano desarrollado en un país como el
nuestro. Quiere decir, cuándo nacerá el primer bebé en un hospital
desarrollado, en una ciudad con transporte público desarrollado, donde sus
padres tengan aspiraciones de empleo, seguridad, educación desarrollados para
su bebé. Y planteé el desafío de pensar en el año 2035 como el año en que
naciera el primer ciudadano desarrollado en nuestros países.
Cómo nos imaginamos la vida de un costarricense
promedio en el año 2035? Qué tendría que cambiar desde hoy para lograr esos
escenarios? Cuáles de esos cambios son tarea del Estado? Qué y cuánto podemos
aportar los ciudadanos? Estas y otras preguntas podrían llevarnos a la visión y
al liderazgo necesarios para alcanzar ese desafío. Ese liderazgo es público y
está repartido entre todos los actores de la nación, desde los que operan en la
función pública hasta los líderes del sector privado, la academia, la sociedad
civil, los hogares, entre otros. Vale la pena intentar el ejercicio de
imaginación.