20191212

La sexta revolución tropical

Imagen tomada de https://www.news-medical.net/life-sciences/Bionanotechnology-Applications.aspx
Está de moda hablar de la cuarta revolución industrial, que es una economía basada en la monetización de datos informáticos. Este fenómeno encuentra sus orígenes en el siglo pasado y ya tiene dos décadas de avance. De hecho, ya estamos en los albores de la quinta revolución industrial que será representada por la conectividad del internet de las cosas con velocidad y cobertura de 5G. Y si indagamos con atención debajo de las tendencias dominantes que se escuchan, veremos que ya se está incubando a pasos acelerados la sexta revolución industrial que –creemos– amplia fertilidad en las zonas tropicales del mundo. 

Algunos elementos de la cuarta y quinta revoluciones estimularán la sexta. Por ejemplo la conectividad en 5G facilitará el comercio entre dispositivos sin intervención humana (comercio D2D), el fintech(aplicaciones tecnológicas a las finanzas) y la biométrica para conocer mejor nuestros cuerpos y alcanzar niveles más altos de eficiencia y productividad. También, la computación cuántica, de la cual ya hay algunas señales de éxito como tecnología naciente, permitirá realizar billones de simulaciones más que hoy para poder pronosticar con mayor precisión algunos escenarios futuros. Esto es indispensable, por ejemplo, para la operación de vehículos autónomos, o sea, sin chofer. 

Por supuesto que muchas de las tecnologías cuyo impacto exponencial conocemos hoy continuarán avanzando. Debemos superar la dicotomía de que las máquinas suplantarán a la mano de obra. La inteligencia artificial vinculada al ingenio humano nos hará mucho más productivos, tal y como ha sucedido con toda otra ola de innovación tecnológica en el pasado. La computación en la nube brindará muchísima mayor capacidad de almacenamiento y procesamiento de datos (big data) y el blockchain reorganizará la economía haciendo a las empresas más descentralizadas, desintermediadas, confiables, transparentes y con trazabilidad absoluta en su cadena de valor. 

Sin embargo, nos encontramos en un punto de inflexión planetario por la degradación acelerada de la biósfera, esa fina membrana donde habita y se sustenta toda la vida en la Tierra. El agotamiento de recursos naturales es alarmante pues estamos consumiendo 50% más de los que la biósfera puede naturalmente restaurar y vivimos en un modelo económico lineal que los extrae, los procesa industrialmente y terminan siendo desechos en la naturaleza misma. Este punto de inflexión no implica el fin del planeta ni de la vida que lo habita, pero sí implica, forzosamente, un cambio profundo en la civilización humana como la conocemos. Ya sea que la inacción nos lleve al colapso o que lideremos con eficacia la transformación hacia una economía circular y regenerativa, dentro de diez años la humanidad no será igual a lo que es hoy. 

De ahí que la oportunidad de la sexta revolución industrial es, además, una imperiosa necesidad para todos los seres humanos sin distingo de nacionalidad, condición socioeconómica o nivel de conciencia del problema. Existen tres ejes fundamentales para incubar esta sexta revolución tecnológica y económica y son la ciencia, la energía y el talento humano. 

Respecto a la ciencia, lo que hemos avanzado y seguiremos avanzando en años próximos en genómica, nanociencia y física nuclear permiten imaginar una interacción mucho más cercana entre diminutos dispositivos electrónicos conectados a internet infiltrando seres vivos a nivel celular. Quizás lo más importante será la biomimesis o capacidad de imitar a la naturaleza en sus procesos altamente eficientes, productivos, circulares y regenerativos, para lo cual tendrán enorme ventaja las comunidades que habiten entornos más ricos en diversidad biológica. Por ello creemos que esta sexta revolución será incubada en algún lugar del trópico donde la biodiversidad es abundante. 

En cuanto a energía, avanzamos exponencialmente hacia la supremacía solar, donde la energía del sol que impacta el planeta será cosechada en tiempo real y utilizada o almacenada a un costo equivalente a cero y de manera 100% renovable. Finalmente, el talento humano nos llevará a rediseñar nuestras organizaciones e instituciones para contar con gobiernos descentralizados, automatizados, digitalizados, que nos den a los ciudadanos la facilidad de implementar una agenda azul para preservar la calidad del agua y del aire que consumimos, de transformar subsidios a los combustibles fósiles en impuestos a la contaminación y al uso desmedido de recursos naturales, entre otros. 

Nos parece que Costa Rica cuenta con las condiciones de fertilidad requeridas para ser un foco de incubación de esta sexta revolución tropical. Tenemos muy rica biodiversidad, acceso a amplia cobertura marítima y abundancia de luz solar; talento humano de veloz aprendizaje aplicado a las ciencias y a la tecnología y una larga trayectoria de toma de decisiones para preservar la naturaleza. Queremos creer que liderar esta nueva ola de innovación nos resultará más potable a los costarricenses que a muchas otras naciones del mundo. Hagámoslo. 

Álvaro Cedeño Molinari, es director ejecutivo de IoT Republik

Gustavo André Jiménez es consultor INCAE

El original de este artículo fue publicado hoy lunes 25 de noviembre de 2019 en el periódico La Nación de Costa Rica: https://www.nacion.com/opinion/foros/foro-la-sexta-revolucion-tropical/VWTQTHGFAJAWXO7SZ3CRLDXU5U/story/


20191116

Soñemos con la sexta revolución tropical






Si no lo hubiera visto con mis propios ojos no lo creería: ¡La ruta 32 a Limón está siendo ampliada a cuatro carriles! Lo digo con una pizca de orgullo porque doce años atrás, cuando laboraba en China para la Administración Arias, una de mis tareas era conducir un proceso de búsqueda y reclutamiento de empresas de infraestructura china que pudiera realizar un proyecto grande e importante en el país. Al cabo de dos años de reuniones y conferencias y presentaciones detalladas sobre nuestra impresionante y robusta Ley de concesión de obra pública, la empresa que recomendamos fue China Harbor Engineering Corporation (CHEC), que es la que realiza la obra hoy en día. También lo digo con bastante sorpresa, pues pasé todo el día preguntándome por qué no ampliamos la ruta 32 hace diez años. ¿Cuánto habremos perdido en costos de transacción en una economía tan orientada hacia el comercio internacional al no haber duplicado el ancho de banda de la principal arteria logística del país durante toda una década? 

A propósito de perder tiempo que vale oro, estos días está muy de moda la cuarta revolución industrial, que es una transformación tecnológica y económica basada en la generación, captura, análisis y monetización de datos informáticos. Sin embargo, ella inició desde el siglo pasado. Ella no es el futuro sino que apenas estamos logrando explicarnos el fenómeno mientras nos adentramos a un ritmo acelerado en la quinta revolución, que es la de plena conectividad global con infraestructura 5G. Como en toda ola de innovación tecnológica, dependerá de las personas y las organizaciones y los países decidir si prefiere ser pionero, subirse al tren más tarde o quedarse rezagado. 


Aún más interesante que la cuarta o la quinta revolución industrial será la sexta que vinculará a las máquinas con la naturaleza de manera integral, donde la ciencia será la que hermane a esos dos universos: el de la tecnología y el de la vida. Con lo que sabemos de genómica, física nuclear y nanotecnología, en diez años estaremos diseñando robots tan pequeños como para funcionar dentro de células vivas y conectados a internet. 


Más importante que la parte tecnológica será la biomimesis, o capacidad de imitar a la naturaleza en sus procesos naturales tan eficientes, productivos, regenerativos y circulares. La naturaleza no genera desechos, sino que todo residuo de un proceso biológico se convierte en insumo de algún otro proceso biológico de manera productiva. Aquí yace la gran oportunidad de esta sexta ola de innovación: las comunidades que llevarán ventaja serán aquellas que tengan mayor cercanía con la biodiversidad. De esa cercana relación con la diversidad biológica surgirán las grandes innovaciones tecnológicas que le permitirán a la humanidad influir de manera regenerativa en la forma como opera la vida en la Tierra. Por eso sugiero que esa sexta ola será en el trópico, que es donde existe de manera natural mayor biodiversidad en el planeta. 


Pero el elemento clave para ser pioneros en esa sexta revolución tropical será el talento humano, que termina siendo determinante para liderar los grandes saltos tecnológicos que ha dado la humanidad. Nos encontramos en un apremiante escenario global donde el consumo desmedido de recursos naturales renovables y no renovables está degradando la biósfera, que es ese fino tejido conformado y de donde se sostiene toda la vida en el planeta. Por ello, la oportunidad económica finalmente converge con la urgencia ética de preservar la vida en el planeta, sobre todo la civilización humana como la conocemos. De ahí que la gran apuesta política, educativa y económica debería ser por la bioalfabetización para sacarle el máximo provecho a la observación de la naturaleza, convertirnos en líderes de biomimética y lanzar al mundo las tecnologías exponenciales para un desarrollo regenerativo. 


Bienvenidos a Costa Rica. 

Lo que no tenemos es una década para perder decidiendo si vamos o no vamos.

20191109

Transporte exponencial

Me ha tocado vivir una de las semanas más espectaculares de mi vida. Otra vez. Llevo cuatro seguidas. ¿Será que me está golpeando demasiado duro esto de volver a Costa Rica y verle sólo lo bueno?  Los primeros dos días de la semana tuve la gran oportunidad de asistir al evento de CINDE en el que 17 expositores de clase mundial hicieron un recuento de hacia dónde va el mundo en materia de tecnología y cuánto ya se está haciendo en Costa Rica respecto a múltiples de esas tecnologías. Me resulta llamativo que mientras Microsoft innova soluciones en inteligencia artificial de punta en Escazú y Boston Scientific innova en dispositivos médicos de clase mundial en El Coyol, no existe un espacio donde los técnicos de ambas empresas se reúnan para co-crear para la innovación enriqueciéndose mutuamente con sus avances tecnológicos. Ahí hay claramente un área por mejorar. Para mi gusto, Nathaniel Calhoun de Singularity University se robó el show hilvanando con maestría una narrativa entre la realidad actual del país y lo que podría llegar a ser en unos pocos años innovando a través de su sector cooperativo. Escuchar tantos “moonshots” juntos que podrían transformar nuestro país es harto estimulante. No se pierdan a Nathaniel en el Summit que organizará SingularityU Costa Rica el próximo mes de febrero. 


A propósito de moonshots y de transformaciones exponenciales, estos días he pensado que transformar nuestro transporte público es como sacarse una muela: provoca dolor temporal para el bienestar general del resto. Es que un país desarrollado es uno en el que todos sus ciudadanos, sin importar el nivel de ingreso, prefieren viajar en transporte público. En este mes he escuchado más gente que nunca decir que odian manejar. ¡Quién no odia manejar en estas presas! ¡No me vengan a decir que están esperando que mejore el servicio de transporte público para dejar de usar carro! Conozco gente que, como yo, hemos decidido prescindir del carro y movernos por otros medios. Tal vez sólo los dueños de los Maserati que vi en venta en Lindora disfruten de manejar en estas calles. Creí que era un sueño cuando vi la tienda y en mi sueño me imaginé manejando desde Milán cruzando la frontera italiana con Suiza, bordeando Vaduz en Liechtenstein, entrando a Alemania hasta Nuremberg y virando al norte hasta Berlín. Son mil kilómetros altamente recomendados en los que se puede manejar a 200 kilómetros por hora todo el trayecto a menos de que las niñas necesiten hacer pipí. 



Estos días de viaje en bus por tan solo $0.50 he tenido románticos recuerdos de un viaje nocturno en tren que realicé con Tauli –cuando ni siquiera éramos oficialmente novios– de Lucknow hasta Agra. La neblina del invierno hizo que el incómodo viaje de doce horas durara dieciocho. Pero enamorado de la que sería mi esposa hubiera deseado que durara dieciocho más. También recordé el exótico viaje nocturno en un tren viejo y contaminante que tomamos en Jakarta camino a Borobudur, el monumento budista más impresionante que visité en mi vida. Y claro, viajar en bus en San José también me recuerda mi traslado diario a la oficina en hora pico en Pekín y en Tokio, donde la apretazón en el metro era tal que costaba sacar el celular para entretenerse en Twitter. Sólo que en Japón el trayecto de siete paradas que dura 14 minutos tiene siempre la misma duración. Además, hay perfecta conectividad 4G (hoy debe ser 5G) a pesar de estar siete pisos bajo tierra en el subterráneo. Aquí viajar en bus en hora de la presa es lo más democrático que hay, pues todos viajamos a la misma velocidad pero los del bus pagamos mucho menos por viaje que los que van en Uber, más aún en taxi, y ni se diga de los Maserati-lovers. El principal problema no es el ir de pie ni muy arrimado a la persona adelante o atrás de uno, sino el denso humo del mismo bus que se mete por rendijas de dos pulgadas en las puertas traseras. ¡Que vengan los promotores de la exploración petrolera a dar una vuelta en bus para ver si sienten que respirar ese gas tóxico los hace más prósperos o les aumenta el bienestar! En un bus con 58 personas a bordo, lloviendo y sin aire acondicionado, unos 4000 kilos de carne humana a 37C generan inmenso calor. Súmele el gas carbónico que está recalentando el planeta entero y la receta es de una incomodidad e insalubridad máximas. Por dicha vienen los meses secos del año. 


En nuestro país no vale más la voz ni el voto ni el dinero de los que andan en carro que las de los que andan en bus. Pero a los pasajeros de bus ¿quién los escucha? ¿Cuál de los 57 diputados está pidiendo la palabra para replicar y hacer eco de las necesidades de los viajeros de bus? Me enteré que el Ministerio de Obras Públicas y Transportes está trabajando para mejorar la experiencia del usuario de transporte público. ¡Inshallah! Me comprometo a aportar todo lo que pueda para, por lo menos, divulgar los avances que vaya teniendo esa gestión. Es lento, pero la paciencia debe ser grande cuando la expectativa es alta.


Las soluciones que tenemos que provocar deben ser fuertemente impulsadas desde la sociedad civil. Sí, nosotros, la gente del Facebook, los amigos con los que nos cafeteamos, los colegas, compañeros y colaboradores. Nosotros somos la sociedad civil y tenemos el poder de cambiar todo aquello que deseemos cambiar con intensidad y determinación. Me parece que será imposible ampliar y crear nuevas vías para que todos manejemos nuestro carro particular a la velocidad deseada para durar el tiempo esperado en la distancia requerida. Viaductos de seis carriles no resolverán el problema. Tampoco electrificar todo el transporte privado: mismas presas. La transformación del transporte tiene que ver con la mayor movilidad de una masa crítica de personas en horas pico. Si algunas vías principales de la ciudad de alto tráfico de personas fueran exclusivas para buses durante una hora en la mañana y una hora en la tarde, estaríamos creando, de la noche a la mañana, un tren urbano. Algo parecido a la idea del metrico que tuvo éxito en Colombia, o un carril exclusivo para buses pero sólo durante dos horas diarias. Los amantes de manejar carro privado pueden irse antes o después de las horas exclusivas para buses o usar Waze para que los lleve a conocer nuevas barriadas de la ciudad. O podrían irse en bus y atravesar la ciudad en 15 minutos en lugar de 60. 

En Tokio los camiones repartidores y los furgones sólo circulan de 9 pm a 5 am, así que nunca se les ve durante las horas de mayor tránsito vehicular. ¿Por qué no intentar eso? Si no hacemos pruebas, tampoco sabremos lo que resulta de ellas. Respecto a la transformación de las flotillas de buses, me parece que se requiere una especie de pacto social de transporte donde el Estado provea de algunos créditos verdes (¡usemos los que firmamos con Japón durante la Administración Chinchilla!), capital semilla del sector privado y subsidios a la electricidad para recarga de buses. Es necesario que el Estado tome la iniciativa, con el dinero de todos los costarricenses, para demostrarle a los autobuseros que lo que se ahorran en combustibles les permite financiar el cambio de flotilla a vehículos eléctricos, seguros, cómodos, acondicionados, accesibles, silenciosos, eficientes. Para los pasajeros, el pago electrónico con su teléfono móvil cada vez que se suben al bus les generaría un incentivo en criptomoneda que podrían utilizar en la pulpería del barrio o en el Walmart. ¡Se imaginan que a uno le pagaran por andar en bus! 

Necesitamos pensar en un modelo de negocio que sea exponencial, para lo cual requerimos máxima ambición: 100% de buses eléctricos al 2026. Ya que las concesiones de buses actuales vencen en el 2021, aprovechar el bicentenario para proponer que:
El 6.25% de los buses sean eléctricos al 2022; 
El 12.5% sean eléctricos al 2023; 
El 25% eléctricos al 2024; 
El 50% eléctricos al 2025; 
Y el 100% al 2026. 

Ese primer 6.25% parece pequeño pero es el más crítico, porque es el que permitirá realizar el efecto demostrativo que otros países, como Chile y Suiza, ya han experimentado. Para ese primer 6.25% se requiere inversión estatal, o créditos de cooperación internacional. Para el resto podría aplicar el capital privado o incluso un modelo cooperativo donde los pasajeros de una ruta son co-dueños de una o varias unidades de bus. ¿Por qué no ser prosumidores –productores de lo que consumimos– en el negocio de transporte público? 

Una buena madre o padre de familia le da a sus hijos herramientas para que cultiven frutos que aquellos nunca disfrutarán. A las señoras y señores diputados del Primer Poder de la República: ¡regálennos para el bicentenario una ley que transforme nuestro país en cinco años! Piensen a largo plazo con generosidad y patriotismo como líderes que son y siembren una cosecha que recogerán otros que vengan después de ustedes. A los que creen en las libertades individuales; a los que creen en la intervención del estado; a los que creen en el socialismo; a los que creen en la divina providencia: absolutamente todos los habitantes de este país se los agradeceremos de por vida. Shabbat Shalom. 

20191102

Innovación y prosperidad



Qué días han sido estos. He visto tantas cosas buenas pasando en Costa Rica que me escapo de atragantar cuando intento contarlas todas juntas. Participé en el Foro global de ciudades bajas en carbono donde escuché a arquitectos locales y extranjeros hablar de infraestructura regenerativa. Hace siete años no lo hubiera podido ni soñar, hoy hay múltiples proyectos que buscan restaurar ecosistemas naturales y sociales en torno a edificaciones que enriquecen el medio ambiente más de lo que lo degradan. Tal vez el proyecto más impresionante de todos es el de Rutas Naturbanas, que me invitó a caminar por tres horas alrededor de Barrio Amón para ver, conocer y sentir de cerca este virtuoso proyecto que consiste en crear 25 kilómetros de aceras elevadas a lo largo de las márgenes de los ríos Torres y María Aguilar que recorren en paralelo nuestra ciudad capital de este a oeste, uno hacia el norte y otro hacia el sur del casco central. Lo que este proyecto significará en caminabilidad, regeneración de cuencas hídricas, sus ecosistemas y biodiversidad, salud pública, seguridad ciudadana, movilidad activa, nuevos negocios y generación de empleo, revalorización de zonas urbanas aledañas, turismo y embellecimiento de la ciudad, es incalculable. Sin embargo, unas conservadoras estimaciones sugieren que el monto total invertido en el desarrollo de la infraestructura se multiplicará, cada año, cinco veces en beneficios. Y en realidad se queda corto, porque apenas incluye el impacto que provocarán algunas de las actividades mencionadas. Quiero creer que este es un proyecto de impacto exponencial, donde el costo de X se multiplicará diez veces en los cinco años que prevén tenerlo terminado para un beneficio total de 10X. Sé que yo también me quedaré corto, sobre todo cuando pienso en ciudades como Adelaida y Seúl donde las zonas urbanas a lo largo de los ríos son las propiedades más valiosas y los espacios más agradables para convivir en público como ciudadanía. 

También me impresionó muy gratamente –pero no me sorprendió para nada– el panel de alto nivel que protagonizaron una representante de la Dirección de Cambio Climático del MINAE, el subgerente del INS, el señor Tomás Martínez, presidente ejecutivo del INVU y la señora Ministra de Vivienda y Asentamientos Humanos (MIVAH). Ellos conversaron sobre la forma como han venido trabajando de manera coordinada entre múltiples instituciones en torno a mejorar el bienestar de la ciudad por medio de la planificación urbana con un enfoque de descarbonización. Debo decir que nunca he escuchado a un funcionario público, ni en Costa Rica ni en exterior, hablar sobre innovación como lo hizo don Tomás. ¡Qué sería de nuestro sector público con diez gestores de su talla! Mejor dicho: ¿cómo podemos ayudarle a que su gestión tenga un impacto exponencial? La Ministra, Irene Campos, hizo una disertación impecable sobre planificación en función de la huella ecológica de las comunidades donde se busca que la gente tenga que desplazarse menos para satisfacer sus necesidades básicas. Me recordó la planificación urbana de Tokio, cuya área metropolitana tiene 35 millones de habitantes, donde cada estación de metro cuenta, en 800 metros a la redonda, con todas las necesidades básicas para el bienestar de la vida cotidiana de los habitantes. O sea, mucho se puede hacer a pie, y si hay que moverse a otra estación, se viaja vía subterránea a otra estación donde se puede realizar la gestión de nuevo caminando. ¿Será por eso que son tan longevos? 


A ese foro de ciudades bajas en carbono, al igual que a la preCOP y a otras reuniones que tengo en la ciudad, me he desplazado en bus. La aplicación Moovit ha sido de gran utilidad para saber qué bus tomar, cuándo se espera que salga de una parada, adónde conectar con la siguiente ruta, cuánta distancia hay que caminar, cuál es el tiempo estimado. La experiencia no ha sido perfecta, por supuesto. Pero me ha llenado de gratísimas sorpresas, como ayer que el bus de Sabana-Cementerio en el que viajaba lo sentía muy silencioso, más fresco de lo normal y más agradable en el trayecto. Cuando me bajé tuve que tomarle una foto porque era híbrido, así que usa combustibles fósiles a ratos, y a ratos batería. Por si fuera poco, los adultos mayores que deben presentar la cédula de identificación para obtener algún beneficio económico la colocan en un sensor digital que lee el código que está en la parte de atrás de la cédula y listo. ¿Qué más información se podría colocar en ese código? ¿Podría ser un monedero electrónico para no tener que andar monedas en la mano? 

Sé que hay muchos que claman por reformas urgentes e importantes al transporte público. En concreto, escucho hablar de sectorización, sistemas de GPS para informar a los usuarios en pantallas y celulares cuándo el bus llegará a su parada, cobro electrónico, vehículos más limpios, menos contaminantes, más cómodos y seguros, más accesibles para personas con capacidades especiales, con mejor información para enriquecer la experiencia de los usuarios. Pero después de estas tres semanas de andar en bus público debo decir que lo primero que debe cambiar es que los líderes del sector público y privado de este país se monten en bus, no para tomarse un selfie y poder “rajar” que se “atrevieron” a subirse al bus, sino para que experimenten de primera mano adónde están las oportunidades mayores, los desafíos más gruesos, los obstáculos más irritantes, las necesidades más insatisfechas en esas experiencias de los usuarios. ¿Cuántos de nuestros líderes de los últimos 20 años han viajado en bus con regularidad? ¿Tal vez ninguno? Entonces, ¿cómo pretendemos atender las mejoras necesarias si nuestros gobernantes las ignoran y no cuentan con la experiencia de primera mano para percibir el sentido de urgencia? ¿Acaso no se han enterado los políticos de nuestro país de que enriquecer el bienestar colectivo nos enriquece también de manera individual? Si no, ¿para qué tenemos CCSS, MEP, INS, INA, ICE? ¿Cómo puede ser que hayamos descuidado tan groseramente a instituciones que nos han enriquecido tantísimo en lo colectivo y también en lo individual? 


Esta semana también he visitado tres incubadoras de emprendimientos que me han dejado boquiabierto. No tienen nada que envidiarle a las incubadoras que he visitado en China, Japón, Australia o Suiza. En uno de los eventos en los que participé, escuché a la Viceministra de Ciencia y Tecnología, Paola Vega, explicar que el financiamiento es muy importante para la innovación. Lo dice en un país donde prácticamente no existe el capital de riesgo para emprendedores. Y lo dice una señora que cuenta con un doctorado de Alemania en microelectrónica. Ella sugiere que el factor crítico para la innovación es la robustez del ecosistema de innovación, y en eso sí que tenemos inmensos retos: desarrollo del espíritu emprendedor, formación de talento para emprendimientos de base tecnológica, cómo llevar el producto al mercado, cómo reinsertar localmente el talento costarricense altamente especializado que vive en el extranjero. El mensaje más motivante que me dejó la señora Viceministra fue la importancia de crear conciencia de unidad como nación para progresar como país apoyándose en la ciencia y la tecnología como herramientas de desarrollo. ¡Bravissima, señora Viceministra!

Sobre el tema de innovación he hablado con unas veinte personas esta semana. Es en serio. Todos los expertos se me juntaron en una semana. Y todos, absolutamente todos, coinciden en una misma palabra: colaboración. Y eso ¿qué es, cómo se come, cómo se traduce, cómo se promueve? Hablar de co-laborar es hablar de laborar juntos; co-crear es crear juntos; co-soñar es soñar juntos. La innovación es el resultado de pensar juntos, experimentar juntos, aportar talentos diversos, resolver problemas en equipo, apoyarse en las virtudes individuales que enriquecen lo colectivo. ¿O ustedes creen que una innovación tecnológica disruptiva como Uber se le ocurrió a una sola persona y que ella la construyó y la desarrolló y la implementó ella sola? La innovación ha sido siempre, desde la era de piedra, un trabajo colectivo. Colaboración, entonces, es asumir la actitud de engancharse intelectualmente con otros, de poner nuestras emociones al servicio de una causa común, de aportar generosamente nuestros conocimientos y cosechar los frutos juntos. Así se construye la innovación. Así también se progresa. 

A propósito de actitudes y de progreso, leo y escucho a mucha gente desanimada, agobiada por las malas noticias, por las malas relaciones, por las malas vibras. Necesitamos con urgencia reactivar el estado de ánimo colectivo, regenerar nuestras actitudes y elegir las más virtuosas en cada momento del día si queremos progresar. Nunca ninguna persona ni ninguna comunidad salió adelante sin optimismo, que es una actitud. Si una masa crítica de nosotros creyera que mañana puede ser mejor que hoy, trabajaríamos para hacer que así sea. Así es la prosperidad: una actitud colectiva de optimismo. De la misma forma opera el pesimismo. Somos lo que consumimos y cosechamos lo que sembramos. Yo veo una mejor Costa Rica y otros la sienten peor. Claramente, ambos tenemos la razón. Ya quiero que sea lunes para ver qué más fortuna, dicha y bendición me traerá esta tierra fértil, esta Rica Costa de Vida Pura. ¿Será que es cuestión de darle vuelta a las palabras?


20180204

Elecciones y prosperidad

Santa Rosa de Oreamuno, Cartago, Costa Rica


De niño mi tata me contaba el cuento de una colonia de conejos que vivía en el bosque. Un buen día, uno de ellos alertó al resto que se aproximaba una jauría de perros. Casi de inmediato, un segundo conejo gritó: – “¡son labradores!”, y de seguido otro lo contradijo: – “¡no, son pastores alemanes!”

– “¡Labradores!”

– “¡Pastores!”

Y así, la alerta se tornó en discusión, y la discusión en reyerta, y la reyerta en circo. Al final, los perros llegaron, se comieron a los conejos y acabó el circo.

Esta parábola me acompaña siempre, sobre todo cuando percibo grupos u organizaciones con incapacidad crónica para tomar decisiones colectivas.

Hacía más de un año que no me metía a Facebook por un período prolongado a fisgonear las vidas de los demás. Me parecía cansado, tóxico y un ineficiente uso de mi tiempo, y quería tener unos meses finales de embarazo y llegada de bebé en armonía. Pero ayer saqué un par de horas para ver qué se decía sobre las elecciones nacionales. Fue tan fuerte el impacto y la exposición a tanta violencia que casi me tumba.

Hoy amanecí con renovadas ganas de usar toda aquella energía negativa de alguna manera constructiva. Luego recordé la máxima de paz de que la violencia engendra violencia y supe que tenía que romper la espiral viciosa y tratar de revertirla en mí, en los que me rodean y en todos aquellos que pueda alcanzar cuando aún haya tiempo.

De los distintos tipos de violencia que existen hay uno del que se habla poco y es la violencia estructural. Se refiere a un sistema donde existen componentes violentos que afectan a la colectividad. Creo que en lo que llevamos de este siglo XXI el aumento paulatino en el congestionamiento vial nos ha violentado la calidad de vida a todos en el Gran Área Metropolitana. Nadie está exento y muchos nos sentimos víctimas sin lograr encontrar al culpable ni al héroe que nos defienda.

La presa no es la única forma de violencia estructural: la pobreza crónica, la desigualdad creciente y la información intimidante también son fuentes de violencia. Eso nos ha cargado de energía negativa durante un par de décadas, digamos, una generación. Los adultos jóvenes de hoy nacieron en esta Costa Rica violenta, desconocida para los que éramos adultos jóvenes una generación atrás. Si no contenemos y transformamos esa violencia dentro de nosotros mismos, engendrará nueva violencia que transmitiremos de alguna manera a otros. De eso hay ejemplos incontables: agresiones físicas y emocionales a familiares, colaboradores y extraños, ira al conducir y sus múltiples repercusiones y, por lo visto, dada la oportunidad de verbalizar el malestar, las redes sociales son la hoguera donde lanzamos palabras violentas que, como combustible, sólo engendrarán en otros más y nuevas formas de violencia.

De todo lo leído ayer puedo ver múltiples actitudes destructivas para nuestro sentido de comunidad: odio por el adversario, discriminación de múltiples minorías, irrespeto por las diferencias, arrogancia de creernos en lo correcto, e insensibilidad por el Otro.

Me resultó difícil reconocer a los chiquillos con los que compartí infancia entre risas, camaradería y aceptación el uno del otro. Todo lo que nos diferenciaba era fuente de riqueza para el grupo y de motivación para mi propia superación personal. Sentí pena al leer a mis amigos de la juventud con quienes me formé como ciudadano. Sentí temor al leer de algunos colegas y profesionales de otros ramos cosas que jamás me atrevería a decir, mucho menos por escrito, sobre otros compatriotas. Mis amigos han influido determinantemente en ser quien soy, así que más que desconsolarme, hoy dediqué las dos horas mientras me trasladaba de mi lugar de residencia al recinto electoral donde me toca ejercer la obligación cívica de votar, a verle lo bueno a lo malo, el yin del yang del asunto.

Algo positivo es que aquellas actitudes todavía no han condicionado los comportamientos. Esto es importante porque así es como detonan las guerras: cuando las actitudes se derraman y contaminan el comportamiento de una masa crítica de gente. También es positivo que, al ser actitudes, cada uno de nosotros tiene el poder absoluto para decidir cambiar cada una de ellas en cada momento. Así inicia la edificación de la paz. Voy un poco más allá: puedo en cualquier momento adoptar la actitud de la felicidad y sentirme feliz, pero eso no cambia el mundo sino mi percepción del mismo. Si, en lugar de felicidad adoptamos una actitud de prosperidad, nos dispondremos a mejorar las condiciones que también impactarán a los demás, ahora y en el futuro. Concibo la prosperidad como una actitud colectiva de optimismo. Como toda actitud, la podemos asumir a partir de este instante y esparcir emociones, ideas, palabras y energía que construyan el bienestar colectivo. Si este crece, habrá abundancia para que todos estemos mucho mejor. Es agrandar el pastel y que cada uno pueda llevarse una tajada mayor a la que se llevaría hoy. Los escépticos dirán que esto es una utopía o una idea socialista trasnochada, pero tres años viviendo en Japón me permitieron convencerme de que es posible y entender un poco por dónde se empieza.

Esta es una oportuna ocasión para que interrumpamos el teatro de la violencia del que somos jueces, partes, testigos y víctimas. El lunes no debe ser un día de resaca electoral, porque los problemas más críticos y apremiantes para la nación costarricense continuarán ahí al amanecer, durante el almuerzo y al anochecer. Aún si hubiera segunda ronda, la suerte de la Asamblea Legislativa para los próximos cuatro años ya habrá sido echada y los 57 diputados que asumirán el próximo 1 de mayo habrán quedado electos. La dispersión del voto podría significar que para tener una mayoría simple de 29 diputados podría requerirse la confluencia de los cuatro bloques más grandes del Congreso. Quiere decir que las actitudes y comportamientos necesarios deberían parecerse más a como operan los congresistas en regímenes parlamentarios, donde todos los gobiernos requieren de amplias coaliciones de fracciones parlamentarias para gobernar.

En nuestro sistema, el sentimiento el día después de la elección es que uno ganó y los demás perdieron. En sistemas parlamentarios, más bien, un partido recibe la responsabilidad de forjar una coalición y entre todos inician la búsqueda de acuerdos negociados que generen la confianza suficiente para gobernar.

Si lográramos en las próximas semanas una coalición legislativa entre las cuatro fuerzas principales para atender los tres problemas más graves del país, nada impide que seamos eficaces tomando decisiones y poniéndonos de acuerdo para atender los restantes veinte problemas urgentes para construir una Costa más Rica que la actual. Jamás olvidemos que una de las gestas políticas más valiosas de nuestra Patria y de nuestra historia se gestó hace 75 años por la coalición que se forjó entre el gobierno, la iglesia católica y el partido comunista para crear las garantías sociales de seguridad universal, una innovación de política pública que muchos países hoy en día ni sueñan con tener.


De esta histórica elección presidencial de 2018 pueden salir cosas buenas y malas. Elijamos las buenas. Construyamos las buenas. Reproduzcamos las buenas. Cada uno desde su ubicación en la sociedad tiene plena potestad para hacerlo. Yo haré lo propio y el lunes volveré tempranito al trabajo a seguirle dedicando mi vida al mejoramiento del Estado en procura de la prosperidad para la nación costarricense.

20170321

Vivir un sueño ajeno

Chayote Lodge, Llano Bonito de Naranjo, Alajuela, Costa Rica

Anoche viví un sueño, pero no fue un sueño propio, sino un sueño ajeno. Pasé catorce horas en un lugar único en el planeta. La experiencia ha sido regenerativa, inolvidable, repetible. Llegué a las cinco de la tarde luego de una agradable manejada por las sinuosas calles que dibujan el camino desde el cruce de Naranjo en la carretera Interamericana hasta Llano Bonito, a once kilómetros del centro de Naranjo. Vi paisajes que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo: campos recubiertos de diversos tonos de verde, casitas desperdigadas entre el bosque y los cultivos en las laderas, los contrastes de sol y de sombra que arroja la tarde, el aire cada vez más fresco al subir.

El atardecer desde allá arriba, a mil setecientos metros sobre el nivel del mar, fue majestuoso. A lo lejos, el inquieto volcán Turrialba y al otro extremo el golfo de Nicoya, mar dorado al bajar el sol. Serán más de cien kilómetros de visibilidad nítida, impecable. Por el noreste un cúmulo de nubosidad de color gris oscuro se asomó de repente sobre la loma, y se movía a la velocidad del fuerte viento que soplaba y silbaba entre los árboles que se mecían con la fuerza de cada ráfaga. Las tonalidades del cielo oscilaron entre el gris oscuro con cara de lluvia y las nubes blancas esponjosas a la distancia, y el azul profundo de parches despejados de cielo hacia el este y hacia el sur, y la llamarada en anaranjado rojizo amarillento que deja el sol al chocar con el horizonte, y el rosado que pinta unas nubes tardías que sobran, por si fueran poca cosa, al final del día. La nube negruzca dejó caer una garúa que se encontró con unos rayos de luz angulados e hicieron explotar un arcoíris para coronar el espectáculo. No era posible captarlo todo a la vez. Todo cambiaba a cada instante. Todo fluía en un complejo y hermoso caos.

La noche trajo más fríos y fuertes vientos que me acompañaron hasta dormirme, y su estruendo pudo despertarme un par de veces durante la noche. La noche también trajo consigo una intensa mancha de luz en el Valle Central. Acostado en la cama con la mancha de luz a través de la ventana me hizo recordar la primera vez que vi la Vía Láctea en la noche más estrellada que jamás he visto, en un remoto paraje llamado Carrancas en el interior del estado de São Paulo, Brasil. Ahí me terminó de enamorar Tauli. Fue su golpe de gracia dejarme desnudo, desposeído y desapegado en presencia del vasto universo, apenas cobijado por un humilde y acogedor cuartito construido con residuos materiales de objetos que vivieron una mejor época. Es cuando uno acepta que no necesita de nada más que el aire para respirar, que percibe cuan intenso es el amor verdadero. Anoche, hipnotizado por el movimiento de aquella mancha de luces amarillas, la extrañé intensamente antes de dormirme abrazado a una de las almohadas.

Cuando faltaban veinte para las cinco de la mañana desperté con los primeros chirridos inconsolables de un par de pájaros que conmemoraban la alborada, esa inconfundible convicción que percibe el espíritu de que el día está a punto de comenzar. Empatizo con ellos que celebran la vida, con ellos que conmemoran el día, que anticipan el sol, que bendicen la comida que están por tomar. Este amanecer es soberbio desde el atardecer de ayer que vi al sol por última vez. Disfruto de la luz, la celebro yo también, la registro, la comparto. El amanecer es la inminencia de que saldrá el sol aunque se acabe el mundo en este instante. Lo siento con fe intuitiva y convicción. Viví un par de larguísimos inviernos en el ártico noruego donde el sol no se asoma durante cuatro meses. Hoy lo conmemoro y lo homenajeo porque soy libre, porque soy consciente de mi libertad, y, lo que es más importante, porque deseo continuar siendo libre, hacerlo de manera sostenible, e invitar a otros a que se liberen de las cadenas que les roban la paz y la armonía, la forma de ser auténtica y la convicción de que la prosperidad, esa actitud de optimismo colectivo, nos permitirá construir mañana la mejor versión de nosotros mismos y de nuestra nación que jamás hayan existido.

Con esa misma convicción recuerdo haber escuchado, hace cuatro años en Tokio, a Rolando Campos contarme de su sueño imaginado, de su sueño realizable, del sueño que estaba decidiéndose a emprender. Y emprendió.

El amanecer no fue menos espectacular. Hacía frío y no había suficiente luz para saber si lo que intentaba escribir sería legible más tarde. Presenciar el cambio de luz cuando acaba la noche y comienza el día implica un cambio. Es salirse de una zona de confort aún en contra de nuestra voluntad. A menudo recuerdo la frase de que nada valioso ha salido jamás de una zona de confort y recuerdo por qué es que tengo que volver a Suiza, lejos de mi terruño, de mi paraíso, de mis pájaros y mis celajes, de mis montañas y mi aire fresco y mis días cálidos y mi clima perfecto y mi pueblo amigable y tantísimo amor que me rodea en este mi santuario tropical. Todavía queda un poco más por hacer.

Algunas nubes se cuelan en el Valle. Las empuja el sol que estremece todo a su paso. El viento, las aguas, la temperatura. Todo se mueve, todo fluye, todo cambia. El universo mismo ya es otro distinto del que era apenas un minuto atrás y es más vasto, más misterioso, más imponente que el que me vio amanecer este día. A ratos parece imperceptible el cambio de un minuto al siguiente. Una cámara no lo capta con fidelidad. Mis ojos, mis benditos ojos operados, sí. Ya puedo ver. Ya estoy escribiendo sobre el renglón. Ya no me siento tan solo. Ya recuerdo que estamos de paso y volveremos a la tierra, ese polvo de estrella que sobró de la explosión del universo y nos dejó desperdigados a la distancia perfecta de una estrella que habilita la vida en el planeta, el único que sabemos con certeza científica que hospeda vida. El sol es dios. Allá las montañas, los volcanes, las nubes, las luces sobrevivientes, una oscuridad por iluminarse. Aquí el viento frío, los inconsolables pájaros, los cafetos en la antesala del bosque, el movimiento de los árboles, mi soledad. Allá el esplendor. También aquí dentro de mí. Ha amanecido. El día ha empezado. Todo lo que está por suceder hoy es apenas una expectativa. Ni eso. Algo sucederá. No sabemos qué. Tenemos un plan. De alguna forma se alterará. Lo que planeamos podría no suceder. Se han extinguido todas las lucecitas. Más pájaros trinan. El canto es más alegre. Anuncian el porvenir. La prosperidad es cosa de nosotros.

Haber podido visitar y vivenciar el sueño de Rolando me ha conmovido en varios niveles. Me ha reiterado la nobleza de nuestra gente, labriega y sencilla, repleta de capacidad y talento para crear valor de talla mundial. Ese potencial lo traemos todos adentro sin excepción. Anoche, pese a la soledad que viví en el efímero episodio de mi novela amorosa, no hubiera preferido dormir en ningún otro lugar ni paraje exótico del mundo. También me ha hecho preguntarme qué sería de este país si otros diez mil soñadores como Rolando se convencieran de perseguir sus sueños y recorrer el panorámico y sinuoso camino que recorre el emprendedor en su aventura. Además de conmovido y admirado, estoy muy agradecido con Rolando por haberme permitido vivir una experiencia que me deja repletas las reservas de amor por la belleza de esta patria bella y amada y la calidad extraordinaria de su gente.


Hoy me he sentido todo el día muy sensible a la belleza que me rodea. El calor me hizo sudar y lo acepto. La presa me hizo hacer una pausa y la acepto. La conversación y el abrazo me han enriquecido. La lectura y el ejercicio me han hecho lúcido. El alimento me ha satisfecho. El amor ha crecido. Pasar una noche en Chayote Lodge ha sido terapia de la buena. Que se repita.