20191109

Transporte exponencial

Me ha tocado vivir una de las semanas más espectaculares de mi vida. Otra vez. Llevo cuatro seguidas. ¿Será que me está golpeando demasiado duro esto de volver a Costa Rica y verle sólo lo bueno?  Los primeros dos días de la semana tuve la gran oportunidad de asistir al evento de CINDE en el que 17 expositores de clase mundial hicieron un recuento de hacia dónde va el mundo en materia de tecnología y cuánto ya se está haciendo en Costa Rica respecto a múltiples de esas tecnologías. Me resulta llamativo que mientras Microsoft innova soluciones en inteligencia artificial de punta en Escazú y Boston Scientific innova en dispositivos médicos de clase mundial en El Coyol, no existe un espacio donde los técnicos de ambas empresas se reúnan para co-crear para la innovación enriqueciéndose mutuamente con sus avances tecnológicos. Ahí hay claramente un área por mejorar. Para mi gusto, Nathaniel Calhoun de Singularity University se robó el show hilvanando con maestría una narrativa entre la realidad actual del país y lo que podría llegar a ser en unos pocos años innovando a través de su sector cooperativo. Escuchar tantos “moonshots” juntos que podrían transformar nuestro país es harto estimulante. No se pierdan a Nathaniel en el Summit que organizará SingularityU Costa Rica el próximo mes de febrero. 


A propósito de moonshots y de transformaciones exponenciales, estos días he pensado que transformar nuestro transporte público es como sacarse una muela: provoca dolor temporal para el bienestar general del resto. Es que un país desarrollado es uno en el que todos sus ciudadanos, sin importar el nivel de ingreso, prefieren viajar en transporte público. En este mes he escuchado más gente que nunca decir que odian manejar. ¡Quién no odia manejar en estas presas! ¡No me vengan a decir que están esperando que mejore el servicio de transporte público para dejar de usar carro! Conozco gente que, como yo, hemos decidido prescindir del carro y movernos por otros medios. Tal vez sólo los dueños de los Maserati que vi en venta en Lindora disfruten de manejar en estas calles. Creí que era un sueño cuando vi la tienda y en mi sueño me imaginé manejando desde Milán cruzando la frontera italiana con Suiza, bordeando Vaduz en Liechtenstein, entrando a Alemania hasta Nuremberg y virando al norte hasta Berlín. Son mil kilómetros altamente recomendados en los que se puede manejar a 200 kilómetros por hora todo el trayecto a menos de que las niñas necesiten hacer pipí. 



Estos días de viaje en bus por tan solo $0.50 he tenido románticos recuerdos de un viaje nocturno en tren que realicé con Tauli –cuando ni siquiera éramos oficialmente novios– de Lucknow hasta Agra. La neblina del invierno hizo que el incómodo viaje de doce horas durara dieciocho. Pero enamorado de la que sería mi esposa hubiera deseado que durara dieciocho más. También recordé el exótico viaje nocturno en un tren viejo y contaminante que tomamos en Jakarta camino a Borobudur, el monumento budista más impresionante que visité en mi vida. Y claro, viajar en bus en San José también me recuerda mi traslado diario a la oficina en hora pico en Pekín y en Tokio, donde la apretazón en el metro era tal que costaba sacar el celular para entretenerse en Twitter. Sólo que en Japón el trayecto de siete paradas que dura 14 minutos tiene siempre la misma duración. Además, hay perfecta conectividad 4G (hoy debe ser 5G) a pesar de estar siete pisos bajo tierra en el subterráneo. Aquí viajar en bus en hora de la presa es lo más democrático que hay, pues todos viajamos a la misma velocidad pero los del bus pagamos mucho menos por viaje que los que van en Uber, más aún en taxi, y ni se diga de los Maserati-lovers. El principal problema no es el ir de pie ni muy arrimado a la persona adelante o atrás de uno, sino el denso humo del mismo bus que se mete por rendijas de dos pulgadas en las puertas traseras. ¡Que vengan los promotores de la exploración petrolera a dar una vuelta en bus para ver si sienten que respirar ese gas tóxico los hace más prósperos o les aumenta el bienestar! En un bus con 58 personas a bordo, lloviendo y sin aire acondicionado, unos 4000 kilos de carne humana a 37C generan inmenso calor. Súmele el gas carbónico que está recalentando el planeta entero y la receta es de una incomodidad e insalubridad máximas. Por dicha vienen los meses secos del año. 


En nuestro país no vale más la voz ni el voto ni el dinero de los que andan en carro que las de los que andan en bus. Pero a los pasajeros de bus ¿quién los escucha? ¿Cuál de los 57 diputados está pidiendo la palabra para replicar y hacer eco de las necesidades de los viajeros de bus? Me enteré que el Ministerio de Obras Públicas y Transportes está trabajando para mejorar la experiencia del usuario de transporte público. ¡Inshallah! Me comprometo a aportar todo lo que pueda para, por lo menos, divulgar los avances que vaya teniendo esa gestión. Es lento, pero la paciencia debe ser grande cuando la expectativa es alta.


Las soluciones que tenemos que provocar deben ser fuertemente impulsadas desde la sociedad civil. Sí, nosotros, la gente del Facebook, los amigos con los que nos cafeteamos, los colegas, compañeros y colaboradores. Nosotros somos la sociedad civil y tenemos el poder de cambiar todo aquello que deseemos cambiar con intensidad y determinación. Me parece que será imposible ampliar y crear nuevas vías para que todos manejemos nuestro carro particular a la velocidad deseada para durar el tiempo esperado en la distancia requerida. Viaductos de seis carriles no resolverán el problema. Tampoco electrificar todo el transporte privado: mismas presas. La transformación del transporte tiene que ver con la mayor movilidad de una masa crítica de personas en horas pico. Si algunas vías principales de la ciudad de alto tráfico de personas fueran exclusivas para buses durante una hora en la mañana y una hora en la tarde, estaríamos creando, de la noche a la mañana, un tren urbano. Algo parecido a la idea del metrico que tuvo éxito en Colombia, o un carril exclusivo para buses pero sólo durante dos horas diarias. Los amantes de manejar carro privado pueden irse antes o después de las horas exclusivas para buses o usar Waze para que los lleve a conocer nuevas barriadas de la ciudad. O podrían irse en bus y atravesar la ciudad en 15 minutos en lugar de 60. 

En Tokio los camiones repartidores y los furgones sólo circulan de 9 pm a 5 am, así que nunca se les ve durante las horas de mayor tránsito vehicular. ¿Por qué no intentar eso? Si no hacemos pruebas, tampoco sabremos lo que resulta de ellas. Respecto a la transformación de las flotillas de buses, me parece que se requiere una especie de pacto social de transporte donde el Estado provea de algunos créditos verdes (¡usemos los que firmamos con Japón durante la Administración Chinchilla!), capital semilla del sector privado y subsidios a la electricidad para recarga de buses. Es necesario que el Estado tome la iniciativa, con el dinero de todos los costarricenses, para demostrarle a los autobuseros que lo que se ahorran en combustibles les permite financiar el cambio de flotilla a vehículos eléctricos, seguros, cómodos, acondicionados, accesibles, silenciosos, eficientes. Para los pasajeros, el pago electrónico con su teléfono móvil cada vez que se suben al bus les generaría un incentivo en criptomoneda que podrían utilizar en la pulpería del barrio o en el Walmart. ¡Se imaginan que a uno le pagaran por andar en bus! 

Necesitamos pensar en un modelo de negocio que sea exponencial, para lo cual requerimos máxima ambición: 100% de buses eléctricos al 2026. Ya que las concesiones de buses actuales vencen en el 2021, aprovechar el bicentenario para proponer que:
El 6.25% de los buses sean eléctricos al 2022; 
El 12.5% sean eléctricos al 2023; 
El 25% eléctricos al 2024; 
El 50% eléctricos al 2025; 
Y el 100% al 2026. 

Ese primer 6.25% parece pequeño pero es el más crítico, porque es el que permitirá realizar el efecto demostrativo que otros países, como Chile y Suiza, ya han experimentado. Para ese primer 6.25% se requiere inversión estatal, o créditos de cooperación internacional. Para el resto podría aplicar el capital privado o incluso un modelo cooperativo donde los pasajeros de una ruta son co-dueños de una o varias unidades de bus. ¿Por qué no ser prosumidores –productores de lo que consumimos– en el negocio de transporte público? 

Una buena madre o padre de familia le da a sus hijos herramientas para que cultiven frutos que aquellos nunca disfrutarán. A las señoras y señores diputados del Primer Poder de la República: ¡regálennos para el bicentenario una ley que transforme nuestro país en cinco años! Piensen a largo plazo con generosidad y patriotismo como líderes que son y siembren una cosecha que recogerán otros que vengan después de ustedes. A los que creen en las libertades individuales; a los que creen en la intervención del estado; a los que creen en el socialismo; a los que creen en la divina providencia: absolutamente todos los habitantes de este país se los agradeceremos de por vida. Shabbat Shalom. 

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