Los últimos tres años, las
relaciones entre Costa Rica y Nicaragua se han tensado y agravado seriamente
debido a la reiterada violación nicaragüense de la integridad territorial
costarricense. Aunque las intenciones no están claras, se han dragado tres
canales artificiales en territorio costarricense que alteran el curso de las
aguas del río San Juan, que es nicaragüense. La crisis es de tal gravedad que
Costa Rica parece haber agotado todo su arsenal de opciones legales, políticas
y diplomáticas para superarla.
En busca de alguna solución,
considero oportuno pensar estratégicamente con la visión puesta en el largo
plazo.
Una abrumadora mayoría de
expertos científicos de todo el mundo coinciden en la tendencia incremental de
las temperaturas globales provocadas por el efecto invernadero que causa
principalmente el dióxido de carbono. Cada año de este siglo se han vertido más
de 30 mil millones de toneladas métricas de gas carbónico a la atmósfera, y eso
ha tenido, como consecuencia, una alteración en el balance de los sistemas
climáticos del planeta, fundamentalmente a nivel de los polos norte y sur donde
se acumula la mayor cantidad de agua fresca en forma de hielo glaciar. Ese
hielo se está derritiendo aceleradamente y eso está provocando un aumento en
los niveles del mar en todo el mundo.
En los pronósticos oficiales del
Panel Intergubernamental de Cambio Climático, entidad adscrita a la
Organización de Naciones Unidas y laureada con el Premio Nóbel de la Paz, se indica que el nivel de los mares podría ascender entre 2 y 7 pies (60 y 210
centímetros) para el año 2070. Ello ocurriría aunque lográramos detener hoy
toda contaminación atmosférica adicional, pues el CO2 ya liberado continuará
calentando el planeta por los siglos venideros.
Ante dadas circunstancias,
muchos países ya están preparándose para lo que será un planeta con otra
delimitación costera.
Costa Rica debería contar, con
carácter de urgencia, con un plan topográfico que refleje los mejores y peores
escenarios de aumento de los mares para saber qué significará, para mediados de
siglo, dos o más pies de agua sobre los niveles de marea alta actuales.
Debemos preguntarnos qué
sucederá con nuestras paradisíacas playas y el sector turístico de costa en
general; nuestra industria pesquera; las comunidades asentadas cerca de la
costa, que por lo general son de las más pobres del país; la vegetación costera,
la biodiversidad marino-costera y las plantaciones de banano; los desarrollos
inmobiliarios; las desembocaduras de los ríos; la infraestructura pública
cercana a la costa como carreteras, parques, puentes, alumbrado eléctrico; y
por supuesto, con la Isla Calero.
Aunque no tengo datos
suficientes, me da la impresión, por la geografía de la zona, que debe ser
similar a Tortuguero, o sea, una lengüeta de tierra casi al nivel del mar.
¿Cuánto se vería afectada esa zona con 60 centímetros más en la marea actual?
Seguiría existiendo la Isla Calero si el mar llegara a subir un metro del nivel
presente? ¿Cuánto va a alterar este incremento de los mares la zona limítrofe
con Nicaragua? ¿Habría algún impacto en la carretera cuya trocha ha sido
demarcada a raíz de este conflicto?
En definitiva, nuestras
universidades e instituciones públicas están en plena capacidad de crear estos
escenarios. También es posible consultar a varios expertos costarricenses en
cambio climático que se destacan en el exterior en puestos de alto
reconocimiento y prestigio para que valoren el asunto.
De esta manera, estaríamos haciendo frente común a la mayor amenaza que se cierne sobre la Isla Calero y toda la zona atlántica de ambos países en la desembocadura del río San Juan, uno de los deltas más ricos en biodiversidad que existen en el mundo.