Temprano en la semana, antes de
que se convirtiera en el escándalo mediático del momento, compartí en mi perfil
el más reciente vídeo de “La Tocola”. Lo hice porque me pareció un buen
ejercicio de teatro, de comedia, de cine, de producto viral para redes
sociales, de denuncia, de cuestionamiento de paradigmas, en fin, un esfuerzo profesional
e innovador. En pocas horas, se propagó como fuego y se convirtió quizás en la
primera producción nacional en alcanzar un millón de vistas en los primeros
tres días de publicación.
La polémica que ha suscitado me
obligó a retirarlo porque no deseo asociarme ni con una campaña de legalización
ni con la promoción al consumo de la marihuana.
Me parece que, si la intención
del equipo de producción del vídeo era que tuviéramos una conversación sobre el
tema, han logrado con creces su cometido. Al respecto, aprovecho para externar
mis opiniones.
Primero, en Costa Rica desde
hace varios años ya no se persigue la posesión de marihuana para uso personal.
Meses atrás, un juzgado de Alajuela sentó jurisprudencia al preservar la
inocencia de un hombre que la cultivaba para autoconsumo. En vista de que el
país es signatario de tratados internacionales para el combate de drogas ilícitas,
no sería posible legalizar la marihuana sin salirnos de esos acuerdos jurídicos
a los que nos hemos obligado como Estado. Para todos los efectos prácticos,
todo el que desee puede producir, poseer y consumir marihuana con fines de uso
personal sin ser perseguido por la policía, siempre y cuando no pretenda
comerciarla.
Segundo, no me prestaría para
promocionar esa ni ninguna otra droga, lícita o ilícita. ¡Ni siquiera me gustan
las fotos de comidas en redes sociales!
Tercero, comparto, como muchos
ciudadanos de mi generación, la inmensa preocupación por el futuro de nuestros
hijos y la sociedad en la que están creciendo. Mi principal temor no es si mi
hija consumirá marihuana o si será víctima de violación o si será atropellada
por un conductor ebrio, aunque todos son escenarios indeseables.
Mi principal preocupación es
que, para cuando ella tenga mi edad, probablemente vivirá en un mundo mucho más
empobrecido, injusto y degradado que el actual.
Esta semana he leído los
comentarios más atroces, violentos, clasistas, arrogantes y discriminatorios
que jamás imaginé leer entre compatriotas de nuestro amado jardín de paz. Me
pregunto qué sucedería si reaccionáramos con la misma indignación y virulencia
ante la crisis climática sin precedentes que vive el planeta hoy mismo.
Finalmente, si pudiera pedir un
deseo, pediría que mi hija jamás conociera ni el tabaco ni el alcohol, drogas
tóxicas que son verdaderas epidemias de salud pública y que le cuestan a los
países billones de dólares al año en atención de enfermedades conexas. Es un
deseo casi imposible de cumplir en una sociedad que celebra el consumo de
dichas drogas, lo legaliza y lo moraliza y hasta invierte otros tantos millones
en su publicidad, buena parte de ella dirigida, precisamente, a los jóvenes.
Pido
disculpas si alguien se ha sentido ofendido por el vídeo publicado en mi
perfil. Esa no era, jamás, mi intención. Agradezco a las dos personas que se me
acercaron durante la semana a conversar sobre el tema.