Una refinería tiene por objetivo
el transformar petróleo crudo en combustible para motores de combustión
interna, los cuales son utilizados en la mayoría de vehículos de transporte
terrestre, marítimo y aéreo, maquinaria pesada, e incluso para la generación de
electricidad en plantas de todo tamaño. El petróleo también es refinado para
producir plásticos que encontramos en una inmensa cantidad de enseres domésticos
e industriales, y en cada bolsa plástica que se entrega en una pulpería o
supermercado.
Ante la disyuntiva de tener una
refinería estatal que no cumple ese objetivo desde hace casi una década, surge
la inquietud de cuál otro valor podría generar esta misma organización que es
financiada por el Estado, o sea, por todos los costarricenses que pagan
impuestos.
En busca de soluciones, resulta
pertinente pensar en la cadena de valor de la refinería a partir de la materia
prima utilizada. ¿Qué es el petróleo? Es un mineral viscoso con alto valor
energético que se ha venido originando desde hace más de trescientos millones
de años. Este proceso ha sido el resultado del ciclo del carbono, impulsado
principalmente por la fotosíntesis de la vegetación, y también por el ciclo de
vida de los animales que han recorrido la Tierra alimentándose esencialmente de
plantas. Poco a poco, las hojas de los árboles y las ramas que se caen y se
descomponen, así como los animales al morir, se van transformando en tierra fértil
que, con el pasar de los siglos y milenios y millones de años, va compactándose
con el peso de las capas subsiguientes. Tras millones de años de peso de materia
orgánica compactada, la materia se convierte en petróleo.
Esto quiere decir que, en el
proceso de creación del petróleo, antes fue tierra fértil, y antes fue bosque,
y mucho antes fue luz de sol que alimentó árboles y plantas a través de sus
hojas por millones de años y fue transformada por medio de la fotosíntesis, el
mismo proceso natural que todavía hoy produce bosques que purifican el aire y
el agua que circulan el planeta, así como la tierra fértil que permite el
cultivo de todos los alimentos que todos los seres humanos y demás animales
consumimos.
De esta manera, una institución
dedicada a la transformación de minerales fósiles en energía podría acrecentar
y acelerar la cadena de valor de su objetivo generando energía a partir de la
fuente primaria: el sol.
El proceso de conversión del
petróleo en energía es extremadamente ineficiente: se requiere energía para
perforar un pozo, extraer el petróleo, transportarlo desde el pozo hasta la
refinería, refinarlo, transportarlo a las estaciones expendedoras, verterlo en
los vehículos uno por uno, y luego se consume una inmensa cantidad de energía
para movilizar vehículos de hasta dos toneladas de peso para transportar a
menudo a una sola persona, con un subproducto como el monóxido de carbono, que
es altamente tóxico.
Por el contrario, el
establecimiento de paneles solares para la generación de electricidad al
momento en que el sol llega a la Tierra es la manera más eficiente de
transformar la fuerza del sol en energía para el consumo humano.
Durante la década de los años
1960s, cuando los superconductores empezaban a dar vida a las primeras
computadoras, se identificó un fenómeno denominado como la Ley de Moore, tras
su observador, Gordon Moore, a la postre co-fundador de la empresa Intel. Dicha
observación constataba que la capacidad de un microprocesador se duplicaba
aproximadamente cada 18 meses, y su precio caía a la mitad en el mismo período.
Casi 50 años después, un microprocesador de un teléfono inteligente tiene
muchísima más capacidad que las primeras grandes computadoras, y su precio es
miles de veces menor.
La misma Ley de Moore se observa
desde el año 2005 en las celdas fotovoltaicas. Hace ocho años eran mucho menos
eficientes y mucho más caras de lo que son hoy. Esto se debe a que, a mayor
demanda del producto, mayor dinero para investigación y desarrollo, lo cual
conduce a mayor innovación en su desempeño. Para una empresa estatal que
dispone del enorme presupuesto para refinar mineral fósil que proviene del sol,
invertir en la instalación de paneles solares –y sobre todo en la investigación
y desarrollo para la innovación de mejores dispositivos- podría convertirse en
el nuevo objetivo institucional.
Es importante recordar también
la energía eólica, cuya fuente también es el sol. El viento es un fenómeno
climático que es impulsado en parte por las temperaturas de corrientes marinas
calentadas por el sol, y en buena parte por la rotación de la Tierra. A manera
de ilustración, es como si el sol empujara el aire cada vez que calienta una
zona distinta del planeta, y esa aceleración produce viento. Las costas son,
pues, lugares óptimos para la instalación de turbinas eólicas, al igual que las
crestas de montañas, que es donde los vientos que penetran en tierra tienden a
cambiar de temperatura y, por ende, de velocidad.
Más allá de la energía solar y
eólica, una refinería debería fomentar el crecimiento de bosques –que
eventualmente, dentro de otros trescientos millones de años, se convertirán en
minerales fósiles- y en ese mismo proceso, promover la creación de valor a
partir de los mismos, ya sea por medio del turismo ecológico, la bioindustria o
la producción orgánica de alimentos.
En vista del capital humano y
financiero con el que cuenta RECOPE y la necesidad irrefutable de crearle valor
al país, podría pensarse en una reestructuración institucional por etapas, que
conduzca a los empleados que están comprometidos con el desarrollo de sus
comunidades, del país y, por supuesto, del planeta, a una transformación que le
permita a la refinería subsistir más allá del año 2080 en el que, algunos
expertos sugieren, se agotará el petróleo. Que esa no sea la razón por la cual
se agote RECOPE. Y que esta propuesta esté alineada a las metas domésticas de
la República Popular China, el país que más instalaciones nuevas de energía
solar y eólica ha tenido en los últimos cinco años.
Apostaría
a que los costarricenses preferiríamos ver nuestro dinero de impuestos que va a
dicha institución utilizado de manera productiva, en armonía con la naturaleza,
y en beneficio no sólo de todos los habitantes de Costa Rica, sino de todos los
habitantes del planeta, con la alianza estratégica de un socio geopolítico,
financiero y tecnológico del nivel de China.