¿Qué nos inspira? ¿Cuáles son las cosas que
despiertan nuestro agudo deseo y voluntad por hacer alguna cosa placentera y
apasionadamente? ¿De dónde proviene el entusiasmo y la motivación que
requerimos cada día para ser productivos y felices?
La chispa creadora, la inspiración y la fe
provienen de nuestra entraña. Lo que nos impide alcanzarlas y nutrirnos de
ellas cada minuto de cada día es la cantidad de tapujos y amarras que nos
auto-imponemos.
Afilar la chispa, depurar la inspiración y
fortalecer la fe requieren de tiempo y atención, estudio, práctica, silencio.
Nos saturamos con información, artefactos y vivencias que nos impiden ser
mejores, más fuertes, más eficaces.
Se dice que tenemos las mismas horas del día que
Einstein, Beethoven y Steve Jobs. La diferencia estriba en el uso que hacemos
de ese tiempo. ¿Nutrimos el espíritu? ¿Consumimos información que dinamiza
nuestra chispa creadora? ¿Ejercitamos la fe?
Algunas relaciones son más edificantes que otras. Hay
personas que aportan información que nos enriquece, más allá de si nos
entretiene. Hay personas que inspiran, que promueven entusiasmo, confianza,
virtud, prosperidad.
A veces, en el ensordecedor ruido cuesta descifrar
lo verdaderamente constructivo, valioso, y crítico para nuestro desarrollo
personal y colectivo.
Es natural que nos importe primero lo propio, lo
que está más cercano a nuestra individualidad y a nuestro círculo afectivo. Hay
que recordar que estamos inmersos en un ecosistema del cual dependemos, así que
la realidad de nuestra comunidad inmediata y de nuestro entorno geográfico es
tan importante como la situación global.
La inspiración no proviene de afuera. Está contenida dentro de cada uno.
Descúbrala. Compártala. Ofrézcala a la colectividad para que juntos
construyamos más de lo que podremos hacer por nuestra cuenta.